Para recordar, la lluvia… (2002)


Poema que obtuvo el Primer Lugar y Mención Honorífica

del Certamen Literario 1987 sobre costumbres

y tradiciones judías de origen Sefaradí:

“PREMIO VICTOR BABANI”


La conservación del ladino o judeoespañol por los sefardíes expulsados de España en 1492 es una de las muestras más conmovedora que existe de fidelidad a una lengua. Es también una muestra de identidad y de la conservación de valores esenciales. Un antiguo poema anónimo la llamó “la más linda de todo lenguaje” y fuente de consuelo en las penurias. Dio lugar a manifestaciones literarias en todos los géneros, desde romances, cantos de boda y de muerte, cuentos y novelas, hasta tratados de ética, enciclopedias y una amplia labor de traducción.

En la actualidad el ladino ha disminuido su número de hablantes, pero quienes lo cultivan se esfuerzan para que no desaparezca del todo. En Israel, Moshé Shaul dirige una publicación periódica, aki yerushalaim, que pone al tanto de todas sus manifestaciones. Matilda Koen-Sarano realiza una constante tarea de recopilación del folclore sefardí, y poetas como Margalit Matitiahu o Shlomo Avayou escriben en ladino. Juan Gelman, aunque no es de origen sefardí, ha utilizado la lengua en su poemario Dibaxu.

            Esta misma inquietud ha movido a Andrea Montiel en la elaboración de su poema  Para recordar, la lluvia. Guardar la memoria de las tradiciones familiares la impulsó a utilizar el verso de las romanzas, el vocabulario y la frescura de los cánticos ladinos. La historia que nos cuenta, la de su abuela Eugenia, “la bien nacida, la que buen mazal” tuvo, podría ser la historia de cualquier mujer emigrada de su natal Turquía hacia las tierras de América. Su vida es un símbolo de toda una generación.

Los recuerdos se hilvanan poco a poco entre las noches de shabat y los días de guardar, las comidas típicas, los cantares, los refranes y la sabiduría popular:

                                    Borrecas de queso y papa

                                    berenyena picadica

                                    cuchumugurias saladas

                                    almodrotes de espinaca.

Pero sobre todo, tras de la bondad de la abuela y las palabras que trasmite a su nieta se encierra el secreto de una vida entera que supo atesorar sus orígenes y mantener la llama viva del sefardismo. La imagen final de la lluvia en la ventana será la manera en que abuela y nieta queden unidas para siempre:

                                    Que Dio la guarde a mi abuela        

                                    y no me manque su imagen

                                    ni la lluvia en la ventana.

Andrea Montiel hace honor a sus antepasados al continuar con el amor a una lengua más poderosa que el correr del tiempo. Su verso fluye a la manera tradicional y las palabras de dulce pronunciación se convierten en imágenes de un preciado álbum de familia. Ritmo y rito de la vida no se interrumpen. Arte y memoria cumplen con su propósito. La poesía adquiere su más entrañable y misterioso juego. Gracia y verdad señalan el camino del saber poético.

Angelina Muñiz-Huberman


Andrea Montiel es psicóloga de profesión, poeta por vocación y una gran mujer por destino.  Nos obsequia Para recordar, la lluvia, un canto a la mujer, a su abuela Eugenia que ella llama, la bien nacida.   El poema es una conmovedora expresión de amor a todas las mujeres que fueron y que son como su abuela, en el cual se entretejen los pequeños detalles de cotidianidad, esos que parecen no tener importancia, pero que quedaron indelebles en la conciencia.  Con toda ternura describe el peregrinar de Eugenia desde Turquía a México, lo que era habitual en los judíos perseguidos durante la Segunda Guerra Mundial.  Ya en México, Eugenia recuperó su serenidad y se hizo madre y abuela hasta que, en una tarde soleada/ la llevaron a enterrar cuando Llena de vivir fue muerta/ por los años de la vida/ llena de muerte está viva/ en los ruidos de la lluvia.

La poesía de Andrea es vital, sin embargo se siente, de manera velada y a veces obvia, la presencia de la muerte, la eterna compañera de la vida. Una muerte sencilla y natural, no como aquella atormentada, propia de la medicina moderna.  Los versos están escritos en su mayoría en ladino, el castellano antiguo que los judíos sefaradís todavía conservan, un castellano arcaico con términos hebreos y algunos árabes.  En este canto a la vida, Andrea no está sola.  Alrededor de ella se escucha un coro de hace muchos siglos de judíos desterrados y de judíos conversos que se quedaron en España.  Junto a ella me parece escuchar también al sabio, médico y filósofo hebreo de Córdoba, Moisés Maimónides, que dice:  Ruego a Ti, compasivo y generoso señor, que me des fuerza en cuerpo y alma y me des un espíritu intachable.  Andrea Logra que estos personajes de otros siglos no se pierdan en el polvo del tiempo y estén presentes aquí, con nosotros, con toda la tradición de un pueblo.

Eduardo Césarman


 A mi abuela
 Eugenia, la bien nacida
  
 La tradición del hablar
 en estos versos y estrofas
 a la manera de las romanzas
 y cantos sefardíes 
  
Llueve atrás de mi ventana
cielos lloran sus nostalgias
con ellos van mis recuerdos
tejiendo mantos de ayeres.
  
Las palabras me caminan
bordándome de presencias
y con raíz española
reconstruyen mis orígenes.
  
A hablar voy como en antaño
con los vocablos de un tiempo
que más que muerto resuena
con la tinta entre mis dedos.
  
Que no me manquen las fojas
ni me manquen las ideas
que hoy quiero hablar de mi abuela de mi abuelo y la mi madre.
  
Así viva esta mañana
demandaréle prestado
un espejo que refleje
sucedidas maravías.
 
Así viva en esta noche
vengo con amor herida
porque mi madre ha contado
historias que yo no vide.
  
El Dió que mora en el cielo
dióle vida a una moza
y esa moza a otra moza
y nieta e hisha salí yo.
  
Con ventura de los días
presto mudar de las horas
luz vio una niña pequeña
que después se engrandeció. 
Eugenia, la bien nacida
 era el nombre de mi abuela
 parida al final del siglo
 buen mazal que tuvo ella…
De Turquía provenía
con su sonrisa florida
que a todos les repartía
desde el día en que nació.
 
Sonrisa para su esposo
sus pariduras, sus hishos
la guerra, el llanto y el canto que a la mi madre heredó.
  
Huérfana a temprana edad
bajita y de tez muy blanca
hermanica de cuatro hishas
desposó a mi abuelo un día.
  
Dejó por marido hermanas
¡cuánta distancia de hisha!
¡cuánto recuerdo a distancia
separarse de Istambul! 
 Eugenia, la bien nacida
 era el nombre de mi abuela
 parida al final del siglo
 buen mazal que tuvo ella…
De Turquía viajó a Cuba 
y al Puerto de la Veracruz
después Barcelona, España
donde guerras padeció.
  
Fuír, fuír destas guerras
de Barcelona a Marsella
guardando la ropa en bogos
en los cargueros viajó.
  
Tras sus espaldas los mares
la casa, el llanto y el cielo
hasta que de tanto en tanto
en México se quedó.
  
Esta patria le dio techo
del gueneguinam le salva
encontrando la ashlajá
donde a los hishos crió. 
  Eugenia, la bien nacida
 era el nombre de mi abuela
 parida al final del siglo
 buen mazal que tuvo ella…  
Calladez y boca dulce
silenciosa fue mi abuela
portaba cundurias nuevas
nicocherá grande era.
  
No gustaba de teshidos
ni de las cosas charpeadas
no gustaba oir palabras 
ni babashadas de nadie.
  
Mas cuando cosía sus ropas
canticantaba canticas
y en la tarde se durmía
sentadica en mecedora.
  
Cuando se rabiaba muncho
o iñervos pretos estaba
repartía jaftonás
con sus antiguas charucas.
  
Mas de alma y de corazón
cuidaba de los jazinos
comprendía al desmazalado
en sus penurias y penas.
  
Munchas eran con certeza
las valías que tenía
nada que ella no supiere
siempre mos daba sorpresas.    
  Eugenia, la bien nacida
 era el nombre de mi abuela
 parida al final del siglo
 buen mazal que tuvo ella…  
  Eugenia, la bien nacida
 era el nombre de mi abuela
 parida al final del siglo
 buen mazal que tuvo ella…  
En las noches de Shabbat
mientras mi abuelo meldaba
con el talled en los hombros
mi abuela prendía las velas.
  
En Kipur, Rosh Hashaná y Pésaj presumía sus vajillas
para chuparse los dedos
grandes pranzos mos hacía:
  
Borrecas de queso y papa
berenyena picadica
cuchumugurias saladas
almodrotes de espinaca.
  
Abudárajo y kiufticas
corazones de enyinara
habicas secas bien blancas
peshcadico en agristada.
  
Agua de ashurba mos daba
melón y carpuz de postre
café fuerte hecho en librik
y una copita de vino.   
  Eugenia, la bien nacida
 era el nombre de mi abuela
 parida al final del siglo
 buen mazal que tuvo ella…  
 
 Buen pranzo de benadames
 questa abuela mos servía
 yo me cansí de comer
 ella de verme comiendo.
  
 Y aún así de jambados
 apretados los shalvares
 seguir y seguir comiendo
 hasta que el barzak se atore.
  
 Mi abuelo a la pachá larga
 después de comer durmía
 y mi abuela le decía:
 berajá y salud se te haga.
  
 Chitrifiles del guinam
 iñervándola sus nietos
 entre el clavo y el buraco
 colgarnos ella quería.  
  Eugenia, la bien nacida
 era el nombre de mi abuela
 parida al final del siglo
 buen mazal que tuvo ella… 
  
 De sobremesa fumaban
 mis tíos y padre a un tiempo
 mis tíos sus cigarrillos
 y mi padre su chibuk.
  
 Como chakmak se prendía
 el lashón de la familla
 era siempre echar en basho
 lo que a todos sucedía.
  
 Mablashikas las mis tías
 imitaban a las vieshas
 hablando como jadroshas
 fedorinas y kiutukes.

 Retrocediendo memorias
 mi abuela sólo reía
 "¡me muriera yo no, ya no!"
 que te queremos te digo.  
  Eugenia, la bien nacida
 era el nombre de mi abuela
 parida al final del siglo
 buen mazal que tuvo ella…  
  Eugenia, la bien nacida
 era el nombre de mi abuela
 parida al final del siglo
 buen mazal que tuvo ella…  
Y en una tarde soleada
la llevaron a enterrar
entre árboles y flores
su féretro azul brilló.
  
La lavaron y la ungieron
entre sollozos y llanto
calmado tenía el rostro
y la piel como el cristal.
  
Descendió por las entrañas
de la tierra receptora
y con pétalos de rosa
en la estrella de David.
  
Mi madre cantó una nana
con la garganta apretada
su kaddish del corazón 
con el dolor en las sienes.
  
Una nana que decía:
  
    "dúermete mi linda niña
     que la luna ya no tarda
     no tarda y te va a traer
     lucero azul y cascabel"
  
Llena de vivir fue muerta
por los años de la vida
llena de muerte está viva
en los ruidos de la lluvia.  
  Eugenia, la bien nacida
 era el nombre de mi abuela
 parida al final del siglo
 buen mazal que tuvo ella…  
Quel Dió la guarde a mi abuela
y no me manque su imagen
ni la lluvia en mi ventana.
Lluvia, para recordarla.   

SIGNIFICADO DE LOS TÉRMINOS
proporcionado por el Sr. Jacobo Contente:

mankar: faltar,menguar
mazal: fortuna, suerte
fuir: huir
bogos: bultos
hishos,hishas: hijos, hijas
gueneguinam: infierno
ashlajá: tranquilidad de espíritu
cundurias: zapatos
necocherá: ama de casa, hacendosa
teshidos: flojos
charpeadas: descompuestas
pretos: negros, oscuros
iñervos: nervios
jaftonás: golpes
charucas: pantuflas
hazinos: enfermos
desmazalados: desafortunados
meldar: leer, rezar
pranzos: platillos
librik: jarro
carpuz: sandía
benadam: buena persona
jambados: hartados
shalvares: calzones
barzak: estómago
pachá: pierna
berajá: bendición
chitrifiles: traviesos
buraco: hoyo, hueco
chibuk: boquilla para fumar
lashón: conversación
mablashikas: chismosas
fedorinas: apestosas
kiutukes: tontos
jadrosho: trabajo inútil
nana: canción infantil