AARÓN CRUZ / ANDREA MONTIEL
Aaron Cruz/óleos sobre tela
Andrea Montiel/Textos y poemas
Galería Estela Shapiro
octubre 1990
NATURALEZA MUERTA CON HOJAS SECAS Hoy es un día esplendoroso. Hemos abierto las ventanas y el sol ha entrado a iluminar toda la casa. Es domingo y queremos ir al campo para llenarnos los ojos de paisaje y respirar ese aire limpio que permite que se luzcan las montañas. Yo quiero caminar con los pies descalzos y sentir el pasto en mis pisadas, hasta que el día termine y en el cielo aparezca el primer lucero de la tarde. ¿Y tú? Sentarme en una loma; prender una fogata y mirar la danza de las llamas largo tiempo; oír correr el agua de algún río; dejar que el aire me despeine por completo y ver caer las hojas de los árboles, igual a éstas que han llegado esta mañana a visitarnos.
NATURALEZA MUERTA CON ZAPATOS La casa está sola. Es invierno y el frío de la noche cubre de escarcha los cristales. La cocina extraña el quehacer diario de María. Los cacharros el juego de los niños, sus gritos, competencias y desorden. La mesa echa de menos las caricias, manotazos y patadas sobre su madera y más que nada, ese calor de todos durante el desayuno y la cena. Papá Luis dejó arrumbados los zapatos que se mojaron con la lluvia el otro día. Ellos también extrañan su caminar cansado cuando regresa de trabajar en la fábrica. Reina el silencio. La luna curiosea asomando su luz por la ventana.
NATURALEZA MUERTA CON BRAZO DE HOMBRE El cuarto está habitado por la noche. La luz de una mujer y un hombre se introduce por la puerta. Guardan silencio. Sólo se escucha el respirar y el roce de sus cuerpos. ‑Es el amor de los humanos ‑ dice manzana a pera. ‑Es el amor de las parejas ‑ las flores en coro les replican. Penetra el día. El sol visita el cuarto y todo resplandece. En ella se advierte la plenitud de una sonrisa. En él un brazo triunfante y bien premiado. La mesa de alegría se deshace.
AMOR TERRENAL En las redes callejeras la vendimia nocturna se descubre. Los cuerpos vestidos de ritmo buscan sitios donde ayuntar y retorcerse en abrazos. Aparejadas parejas sin nombre que se encuentran que se aman en penumbra y esperan a que la noche madrugue hasta agotarse. Cansados del humo y los desvelos navegan con el sueño, compañías momentáneas, aguijones de soledad, amor de cinturas desconocidas siempre exterminado con la luz amarillenta de la ciudad.
LA ESPERA - Un animal en celo me habita. Con sórdida obsesión el hambre de su cuerpo te persigue reconstruye tus perfiles tu silueta tu devenir de fruto jugoso de capullo violento. - Aquí estoy para entregarte la savia que poseo drenarle vida a tus años apaciguar tus cansancios renovarte los pasos y después olvidarte. Alguien más está esperándome.
LA TRAPECISTA En la cuerda floja camina la soledad se exhibe sin vestuarios equilibra el dolor con la risa y entre el placer y el hastío se balancea. Teme caer y busca cómplices con quienes escribir historias diferentes cada noche y compartir los muros sombríos de una alcoba.
Un precipicio de miradas vacías la asedian la acarician la poseen y abandonan. Viciosa soledad que en búsqueda de luz traspasa ventanas toca puertas se arrodilla y espera el encuentro con otras soledades.
LA ANUNCIACION Soy un serafín que te espía y sabe de tus pasos en el circo de los días sabe que aguardas las visitas que posees muchos rostros y como una trotamundos has fincado caminos. Sabe que rondas por las calles citadinas buscando saciar tus inquietos sentidos que vistes el desnudo en tu cuerpo en tus gestos mas no en tu corazón y sus tormentas. Y sabe, sobre todo, de tus profundos deseos que por mí serán cumplidos: Hacer tuyos los sueños que no te pertenecen y en secreto enamorarte de algo aunque no exista.
TUMBO II Los varilargueros avanzan por la plaza. Montados en corceles elegantes rememoran a los caballeros del medioevo. Desfilan puyas en mano para picar al toro y amansarlo. Verter su sangre le restará fuerza y hará más suave la embestida. Inicia el primer tercio. El toro observa, cabecea, se deja venir. Los picadores lo desafían, lo atacan. El animal enfurece, muge, patea, logra tumbar a un caballo que cae herido. Los picadores pinchan, clavan, atraviesan las carnes de la bestia. Su sangre corre y lo descongestiona. Listo está para que el matador lo enfrente.
TORERO HERIDO Vestimenta impecable desde la montera hasta las zapatillas, luce el matador en el último tercio de la fiesta. Camisa, chalequillo y casaca bien bordada con chaquiras de todos los colores, cubre su torso. La taleguilla y las medias, sus piernas que danzarán sobre el ruedo. El toro de lidia espera. Con velocidad irrefrenable embiste franco. El valiente torero controla el temor y pase tras pase con su muleta lo torea. El público grita el "olé" acostumbrado. Se aproxima el final de la corrida. Nadie espera una cornada, y de repente, el pitón de la bestia se entierra en el vientre de este hombre. La sangre enrojece su chaleco de luces y la tarde en la plaza.