RETRATO DE FAMILIA
a mi abuelo Benito
Me gustaba coleccionar sacapuntas y entre la llama del antiguo quinqué escuchar a mi abuelo hablar de las leyendas. Contándonos historias verdaderas y sueños nunca vistos ese viejo azoraba pandillas y niños en bicicleta. Fue cadete orgulloso y muy erguido dirigiendo mi gusto en la aritmética. Un roble que portaba la elegancia en el uso del sombrero el bastón y el paso cauteloso. Mi abuelo se paseaba en las calandrias tocaba la guitarra el piano y el salterio. Sobre los pentagramas transportaba la música a otros tonos y fue un incomparable relojero. Su mano un pincel de garabatos óleos ingenuos y nostalgias. De esa mano aprendí las perfecciones de la caligrafía bordada en tinta china aquella de los años porfirianos cuando el amor secreto era escondido en los pañuelos y las cartas enviadas en sobres aromáticos. Mi abuelo rondaba sutilmente por la casa. Día tras día pintaba sus recuerdos hasta que tapizó los muros de todas las estancias y su vida se agotó de poco en poco. De él heredé sus lienzos coloridos la imagen de las canas en su pelo y de su rostro un retrato que guardo en mi cartera.