La niña de Orión
Nous ne sommes pas des êtres humains vivant une expérience spirituelle.
Nous sommes des êtres spirituels vivant une expérience humaine.
Pierre Teilhard de Chardin
primer instante
Cuéntame tu historia,
Hoy tengo deseos de escucharme.
Nemer Ibn El Barud
Plural ha sido la celeste
historia de mi corazón.
Rubén Darío
…mi corazón golpea,
desde ayer, desde lejos,
desde entonces,
desde mi nacimiento.
Pablo Neruda
Allegra la niña triste
la niña griega
torpe y aguda niña que adolece.
Niña de Dios Allegra
de religiones en pugna.
Rasgos sin tacha
ojos aceitunados y míticos.
Sonido de cristal y flautas
perfil de viento.
Niña flor de campo sencillo y jardines elegantes.
Allegra de sangre fría
de sangre hirviente
con su origen disperso
y el aire respirado en distintos continentes.
De dos raíces distintas nació Allegra.
Dos raíces en guerra la engendraron.
Nació sin culpas y las aprendió en el camino.
Supo que fue concebida a ojos cerrados
piel nueva
y abrazos ciegos.
Que fue hija del amor y la inconciencia
y el perdón le fue otorgado por dos dioses diferentes.
Dada a luz entre sábanas blancas
y secretos que su madre guardó por mucho tiempo
no tuvo hermanos ni concepto de familia.
Sólo algunos amigos que difícilmente veía
y un pozo negro de soledades en el pecho.
Allegra
-la de muchos nombres-
tuvo varios rostros en su mismo rostro.
Sucesivas muertes y renacimientos le fraguaron
un camino propio y rumbos divergentes.
Sendas en lenguas diversas se volvieron música
y orquestó su vida como pudo.
Hoy desempolva un baúl lleno de espejos.
Mira a una criatura que brotó a la hora que canta el alba.
Fue a mediados del otoño cuando la lluvia
caía
sobre
un
jueves
que nació Allegra.
Por ello se hizo hermana de las nubes
y lloraba de vez en cuando sin saber por qué lloraba.
Emparentó con los atardeceres
y puestas de sol tras la ventana.
Pero su inclinación más profunda
tuvo que ver con lo nocturno.
Y cuando la luna aparecía
durante la noche entera soñaba
en lo que sería su vida.
(Premonición.
Premonición su vida…)
Con ropaje adulto se mira:
su niñez habita entre monedas de cobre
sus bolsillos están llenos de caramelos
el pupitre la afianza
y los gritos de otros niños la eclipsan
hasta que el verano llega.
Mientras le crecen los pasos
organiza juegos solitarios
y se esconde en la música del aire.
El patio vive un color de primavera.
Los árboles se miran el reflejo en el estanque.
Las aves anuncian el arribo de la tarde.
Desde entonces Allegra se extasía
escuchando el canto de las tórtolas.
Desde entonces se inclina por las plantas
las flores y los altísimos seres vegetales.
Desde entonces deseca pétalos de rosas
que guarda entre las hojas de sus libros.
Y ama
a su muñeca de trapo con largas trenzas amarillas
de nombre Margarita.
A su caballo de cartón con quien cabalga montañas
praderas y altiplanos
y a su enorme bolsa de canicas.
A las catarinas rojas y verdes que pasean
sobre sus pequeñas manos
intensamente las ama.
Del perro que aguarda su regreso del colegio
ama el pelambre dorado y sucio que la mira triste
al pie de la ventana tras la que vive el mundo de su barrio.
Ama aquel templo de infancia
lleno de nardos y niños de cara sucia
la calle inclinada de la escuela
los columpios y volantines del parque
y los dulces perfumados que compra
en la tienda de la esquina.
Junto a la guerra de los números que multiplican los recuerdos
su abuelo le enseña la pasión por la escritura.
Y el piano – el canto – los pentagramas
titilan y se estrellan con la noche.
De aquella ciudad pequeña y polvosas calles que caminó de niña
revive personajes que transitan por la avenida principal
de un Tlalpan que ya no existe.
Los sonidos penetrantes del camotero y del afilador
la entristecen.
(Aún le invade la tristura al escucharlos…)
Recuerda a Federico -pies de elefante-
tan grandes que no puede calzar zapato alguno
paseándose en overol azul de mezclilla
y provocando el miedo de los niños en todo el vecindario.
Este hombre -casi monstruo-
le sonrió como nadie lo había hecho
y le recorrió una luz por todo el cuerpo.
Supo que lo feo no es tan malo.
Supo que el alma es un misterio
sin piel y sin tiempo.
Allegra se esfuerza por recordar más días de infancia
toca puertas
se asoma a las ventanas.
Entre neblina y espesas sombras
evoca su río inventado al que arroja piedritas
para mirar los círculos concéntricos sobre el agua.
La gran ciudad estalla al cruzar la avenida:
altos edificios – fotógrafos ambulantes y tranvías
cilindros en los cruceros de las calles
aire que cuchichea con rehiletes y piruetas
de extraños comediantes de los circos.
Ella recorre el mundo ilusorio de los teatros
comparsas – telones – bailarines
atriles – batutas – partituras
la música es un habitante más al lado suyo.
(Descubre que soñar vale la pena…)
Y entre sueños el abuelo cuenta historias tenebrosas
de su sonámbula bisabuela pululando en los espacios
de una hacienda llamada Oxtoyahualco.
Historias de perros educados y caballos que llevan
a sus amos heridos hasta el portal de sus casas.
Leyendas de aparecidos y fantasmas que le dieron nombre
a vías y a barrancos y puentes de la ciudad inmensa.
Su padre la sienta en las rodillas – le da consejos que no entiende.
La pasea por ferias donde juega al tiro al blanco y loterías
le compra golosinas – libros – algodones de azúcar
y los pajaritos de la suerte le predicen futuros.
Y su madre…
su madre siempre le canta con ternura.
Le enseña a escoger manzanas y naranjas jugosas.
Le presta sus ojos para deshilar el manto del camino.
La condena a sobrevivir con esperanza
y con esta soledad que todo lo acompaña.
Algo sucede en aquel tiempo que poco recuerda Allegra.
Como gota de agua
una tristeza la invade hasta horadarle el cuerpo.
La casa de su corazón es fortaleza clausurada.
El silencio su refugio.
Descubre que el viento se escucha
con el aleteo de las mariposas
y la complicidad de las hojas de los árboles.
Todo habita en la penumbra.
Sólo sus juguetes son luz iluminándola.
Sus fantasías inventan a otros niños que con ella juegan.
(Allegra termina también siendo un invento…)
Presa de tantos espejismos temió volverse loca.
Hoy día quiere hacer lo que aún no ha hecho:
rascar lo más profundo de la tierra
mover los mares
vivir anclada al aire limpio de los campos
y escribir cartas a todo aquel que nunca respondió a las suyas.
A veces piensa en morir
mas se arrepiente luego.
Su transcurrir vive cansado.
Todo sitio le es ajeno.
(Allegra es una extraña en esta tierra…)
CARLOS WILHELEME
La niña de Orión de Andrea Montiel
6 de octubre de 2018.
Yo quiero mucho a Andrea. A veces la imagino… como dijera Carranza… Eduardo… sonando en su casa como un reloj… dando las horas para nadie. Porque así es la poesía, diría él… tú lo sabes.
Así se escribe:
con esa soledad que todo lo acompaña (A. Montiel)
Esta pieza de Orión, es un libro encantador. En suelo mesoamericano dicen que cuando amamos, amamos fuerte. Pero cuando hablamos del amor hablamos desde lejos porque amar también lastima. Contraemos todo aquello que nos duele quizá para que su estallido no rompa más arterias y, según la leyenda, también lo que amamos lo hacemos pequeño para llevarlo en el corazón a la hora de mudarnos.
Por el humo de los diminutivos se sabe de dónde es el fuego
Es, pues, que hacemos uso de la ciencia de la distancia, capaz de capturar un incendio y alejarlo a manera de letargo, constante, hasta convertirlo en luz, luz que ya no quema, una estrella.
Esa ciencia hace que brillen los dolores e iluminen, igualmente los amores que inflaman.
Creo que Allegra es mucho más que este libro. Tiene el potencial de salir de él o incluso escribir otro con sus aventuras; pero en él y por ahora,
Allegra se enclaustra, y nada quiere saber del mundo,
sino ser poseída… por el letargo.
Y desde ahí brilla, la noche le habla a Allegra todo lo que calla el día, y Allegra pisa firme en su paso por la vida, deja improntas grabadas como huellas de pan en el sendero de un niño, y en cada huella queda estampada la vida, estancias importantes en la tierra.
Con Allegra de Orión… cada vez que su madre le presta sus ojos para ver el mundo… nos narra de su llegada, de la antesala de sus temores, sus placeres y pertenencias, las dolencias de un mundo que en muchas ocasiones no le cabe, y el pronóstico también de su partida: toda estrella, con esa ciencia de la distancia que a la luz devuelve su fuego:
su nombre podrá al fin ser en silencio pronunciado
Pienso que si uno llegara a tener opción de escoger qué libro leer antes de nacer, yo elegiría éste. Si uno aspirara a llegar aquí con algunas instrucciones importantes, sería bueno acercarnos a este libro antes de nacer.
Por momentos, le decía días antes (a Andrea): Cuánta de mi bella Andrea hay en este libro.- Y sí, conozco a toda la Andrea que ella me ha permitido, y que adoro; y está toda la Andrea que conozco en este libro. Por momentos, le decía a mi bella Andrea, es la autobiografía más poética que me había tocado leer. Sin embargo, desprendiéndome de la crónica de ciertos hechos, de algunos relatos de actos y eventos, encontramos personajes; a Allegra la lleva de la mano una narradora; encontramos bocadillos de una madre sabia, una brújula materna que habla al oído del poema entre unos paréntesis, y la noche le canta a Allegra por momentos, personaje estelar de este libro, cuya estela me ha dejado “Allegrado”.
Por eso y otros apuntes precisos, coincido en que hay una novela que se teje, con estos elementos se construye, y en forma de esculturas los poemas.
Es una propuesta poética que termina por ser encantadora.
Diez instantes porque instantes son los años vistos desde las estrellas.
Un solo poema por ser, tal vez, una sola vida.
Y los maestros. Grandes maestros que han guiado sus palabras y que le acompañan en muchos de sus libros en forma de epígrafes.
Así, penetramos a los diversos episodios, que a manera de poemas nos presenta. Poemas con la deliciosa melodía que le habita, esa misma que le conozco, con compases descendidos de los mundos que le hereda la dinastía de la música de ópera.
Ahí es donde:
… sabe que el beso es más hechizo que el brebaje
… que es noctámbula enamorada de las sombras
… y que el alma es un misterio sin piel y sin tiempo
Pero yo, que vivo también las Andreas de la tarde… de un quinto piso con vista al parque, las Andreas que quiero dentro pero también fuera de este libro, leer:
… que la ración de felicidad que le tocaba llegó a su término
… que el corazón roto de su canto piensa en suicidarse por momentos
… que su ser huele a hogar deshabitado
… que le duele 22 veces el mundo
… me lastima una y tantas veces.
Sin embargo, me duele de una forma en la que me callo. Porque la cuido en silencio. A oscuras del faro de su sabiduría. Pero insisto – cuando nos duele algo nos constreñimos – y a ella le viene doliendo la muerte, y me estalla su dolor inevitable.
Miro en silencio cómo una artista debe dejar su rastro de sangre. Así debe ser, como todo poema: con una pequeña dosis de suicidio. Las palabras resultan de lo que sobra tras haberse lanzado a un vacío y regresar a la cima escalando entre piedras ásperas, recogiendo versos sangrados en las paredes del acantilado.
De no haber leído buena parte de la obra previa de Andrea, extensa y sumamente construida, por cierto, me asustaría; pero hoy, me duelen, con ella, únicamente los zarpazos de la muerte que se ven por su ventana en ocasiones. Por lo demás, sé que Andrea está loca. Es una loca que crea castillos para que los cuerdos los habiten. Una loca que construye puentes para que los cuerdos los recorran. Y cuando un poeta habla con la muerte, deja rastro y testimonio en sus poemas, para que la muerte sea más blanda, quizá, más tenue, en el corazón de algún otro cuerdo que se acerque.
Con ese aplomo Andrea
ahuyenta la soledad que empuña
y estrena corazón en cada libro.
Así le canta la noche, y sangra dentro de su sangre, y escribana de ella misma escribe, a bordo de esa barca que todo lo vuela, flotando para poder morir… y reaparecer en un amor que no entiende de otras cosas.
Esta pieza de niña, pieza de Orión, es otro libro que estrena corazón.
***
Dedico este poema para Andrea que a la vez me despide:
(poema escrito para una sombra)
Una sombra
Una sola sombra te acompaña
Sola sombra infinita
Encendida
Ardiendo con la luz de una luciérnaga
Incendiada de universo
Como si un presentimiento de grandeza te siguiera
Y hasta el pie más profundo de tus huesos te agitara.
Por la ruta rota de la arteria del arte
Una sola y asolada sombra atraviesa florecida
Desolada sombra sola negra y atrevida
Blanca luz o azulada cuando el sol más amarillo ve tu vientre
El ojo de la mente, tus manos adoradas.
Esa sombra peregrina
Esa sombra gorda que camina me conoce
Y desde que te vio dibuja la luna detrás de mis suelas
Y esa misma sombra que diseña el horizonte de los sueños
Desde que se percató me dijo que te seguiría.
Carlos Wilheleme
Cafebrería El Péndulo
Col. Roma
México
DOMINGO PARA ANDREA
1º. De julio de 2019
Instituto Cultural México-Israel
- Con Andrea Montiel me une una larga raíz y coincidencias que he descubierto a medida que me introduzco en el universo de la autora.
- Asistimos al mismo colegio, en la colonia del Valle, con su aroma a gis, eucalipto y cuadernos por las grandes escuelas que abundan en el barrio. Comparto su particular tristeza al escuchar los penetrantes sonidos del camotero y del afilador de cuchillos, que desaparecen poco a poco de nuestras calles.
- Ambas vivimos en Tlalpan, ambas tuvimos madres connotadas en diferentes campos. Su madre, Rosita Rimoch es considerada como la soprano dramática más importante de México. Y mi madre, en el ámbito político, derrotera de su generación, ocupó cargos públicos y de elección popular importantes.
- Ambas somos hijas únicas, las dos escribimos poesía y en nuestra infancia, ideamos y organizamos juegos solitarios. Andrea, gracias por tu invitación a participar en la mesa.
- Laureada Dra. Angelina Muñiz-Hubermann, es un honor compartir la mesa con usted.
- Agradezco a Manuel Sauceverde, su entusiasta participación al laúd que será un deleite y gracias también al editor Arturo Texcahua. Es un gran placer compartir este domingo memorable.
- Mi gratitud al Instituto Cultural México-Israel, magnífico espacio que celebra la cultura judía, sus orígenes y tradiciones, a los miembros destacados de su comunidad y la centenaria contribución a la cultura y al pueblo de México.
- La Niña de Orión, sugestivo título con que la autora nombre a esta entrega, y coloca en nuestras en manos en un formato de diez instantes, un poema de largo aliento, un poema río donde no hay más dioses que la sinceridad, la valentía y la emoción ante el universo, como decía el poeta Mariano Flores Castro al definir una de las cientos de caras y facetas del quehacer poético.
- Compleja, desgarradora y valiente el trabajo de Andrea Montiel es un torrente de aguas revueltas a veces, otras jilgueros, y cascadas cuyos chorros se rompen entre las peñas al fondo del precipicio la
entre fragores.
- La poesía no se la puede forzar: se da o no se dá, como dice Gloria Gervitz.
- Poeta del desencanto, poeta de imágenes manicuradas por su búsqueda y exactitud, Andrea es un volcán que ha permanecido dormido durante siglos que explota e implota de manera simultánea y contradictoria y hace temblar la tierra. Así de poderosa es su lírica.
- La Niña de Orión, nombre de unade las constelaciones que orienta a los navíos en noches silenciosas, está desorientada, sola en medio del cosmos obscuro, sordo y sin fin, y aúlla de miedo en su proceso complejo de migración, hacia otros espacios de la palabra y del espíritu.
- Andrea nos escribe en los primeros instantes del volumen: dos raíces en guerra la enfrentaron/no tuvo hermanos ni concepto de familia/ y un pozo negro de soledades en el pecho.
- Allegra, alter ego de Andrea, nace dividida entre dos dioses, dos mundos, dos religiones: la judía y la católica por el lado paterno. La diversidad de creencias genera un terreno extraordinariamente fértil que nos gesta en el caso de Andrea Montiel, una singular poeta.
- Nada más estéril que los entornos donde todos pensamos y creemos lo mismo: erosiona cimas y barrancas, la selva y el desierto para convertirlo en terrenos uniformes áridos y sin relieve.
- Nos dice Allegra “ya que elegir es limitar/decidió vivir ilimitada/ y agrega: celebra la vida incluso a contratiempo.
- La voz de la protagonista en tercera persona encuentra una puerta, una luz en la negrura de no hallarse en ningún lugar. Donde todo sitio le es ajeno, como afirma en el cuarto instante del volumen. Andrea-Allegra, añora volver a ser niña llena de asombro, decreta sin reparos la escritora. Y añade en ese mismo aliento: renacer en otro sitio colmada de sosiego, concluye categórica.
- Piensa que la vida es una jugarreta de Dios/un mal chiste/Que la ración de felicidad que le tocaba, llegó a su término/ apunta en otro instante, con una estrofa climática diciéndonos:
- un día partirá dejando atrás sus huellas/Un día algún navío la llevará al otro lado/de aquel río inventado cuando niña.
- La escritora desea romper amarras, arrojar el ancla del navío por la borda y atarse al mástil, a merced de las inclemencias del tiempo y los designos del temible Poseidón, como lo hizo la atribulada Emperatriz Sissi, en la isla griega de Corfú donde habitaba en el Achilleon, su palacio de verano.
- Todos los poetas tenemos preocupaciones similares: el amor, la vida, la muerte, la soledad, el desencuentro. Todos los escritores llevamos demonios. Andrea los azuza haciéndolos tinta y escribe:
- Quisiera definir cada esquina del camino/ y designar las direcciones de su senda/pero la vida es innombrable/vivir/una locura/una costumbre sin sentido/un paso/interminable/hacia la nada.
- Y en algún momento la garra, el gancho, el imán que nos permite asirnos a nuestra certitud; a nuestros territorios; a lo que amamos; a la poeta se le extravía en la borrasca y nos dice la escritora de manera sonora:
- Siempre se desmorona lo que adivina tan suyo/y aclimata sus manos al invierno/para entender lo que significa el estar sola (…)
- Allegra-Andrea, lo dice en tercera persona de muchas maneras y todo el tiempo. Nos expresa que el Todo, más grande que las partes llega a su límite y se aproxima la fase final: la de apretar los nudos de las velas para navegar en dirección a los litorales del desarraigo, o tal vez hacia una de las fracturas que tiene el mar.
- A ningún sitio pertenece, ningún rayo de luna la posee (…) escarba el viento para sembrar/ un sitio al que pertenecer mañana (…) sobre esa cuerda floja que a la vida nos aferra.
- Versos que lloran, versos de despedida, de orfandad La Niña de Orión es un poema que aún no termina.
- Mas Allegra nunca encontró donde sembrarse/y estuvo predispuesta a los suicidios en domingo, nos apunta la autora.Frente al páramo de desolación, donde nada crece, donde la esperanza si acaso es humo o niebla, los poemas contenidos en “La Niña de Orión”, manifiestan la decisión autónoma, volitiva, de su aislamiento. Y dice:
- prefiere la soledad intensa a los amores mediocres. Sí a ella, ciertos amores le quedan chicos, son enanos, de dimensiones mezquinas. Los momentos climáticos de la poética de Andrea Montiel que van hilvanando los instantes y el ritmo del poemario son cantos, como diría Carmen Chuaqui, a la usanza de la poesía clásica griega, constituidos como una elegía del desencanto, con una métrica libre y fulminante. Poesía griega clásica, nacionalidad que también corre por las venas de la autora.
- La poesía de Andrea Montiel es vehemente, pasional e intensa como la música de Dvorak o Borodin, es una gitana que aparece y desaparece.
- Y en el décimo instante del volumen y el último, en versos apoteósicos apunta:
- Morir en los instantes cuando la nostalgia se convierte/en el síndrome crepuscular de los ancianos (…) La hora cinco/hora del té de los ingleses o del regreso al escritorio (…) Hora del día que parece no terminar (…)
- Hora para morir de frente.
PRESENTACIÓN ANDREA MONTIEL “LA NIÑA DE ORIÓN”
Auditorio El Tejedor
Álvaro Obregón 86 entre Orizaba y Córdova
MARTES 6 DE NOVIEMBRE 2018
Mariángeles Comesaña
Siempre digo que presentar un nuevo libro es un gusto y una fiesta, celebramos un rito de iniciación, una manera de darlo a conocer como un ser vivo que ya habla por sí mismo.
Gracias Andrea Montiel por invitarme a la presentación de tu Niña de Orión. Me parece un privilegio que me hagas parte de este rito un privilegio poder ser parte de este rito, que celebra sin duda la imaginación y el pensamiento.
Érase una vez una niña llamada Allegra, y una mujer que se asoma al balcón de esa niña y la mira. No es un balcón vacío, es un espacio lleno de cilindreros y de parques,
“teatros comparsas, telones, bailarines, atriles , batutas, partituras”.
Allegra, que es una niña solitaria jugando con Margarita su muñeca de trapo, también mira a esta mujer que la descubre en su tintero, y la dibuja en su templo de infancia, el de Allegra, lleno de nardos y niños de cara sucia.
La niña de Orión es la convocatoria que hoy nos reúne; el título que cobija los poemas de Andrea Montiel en el pulso del tiempo. Diez instantes ocupan el milagro de este poemario, diez instantes que van brotando de la corriente luminosa de su poesía.
Andrea Montiel ha decidido en este libro dar una vuelta por la vida y por la orilla de la muerte, y llevarnos con ella; como dice Efraín Huerta “ Ahorita vengo, voy a dar un paseo alrededor de mi vida. Ya vine… No / Me tardo // Voy a dar / Una vuelta / Alrededor / De / Mi / Muerte.
Allegra, La niña de orión, aparece entre “neblina y espesas sombras”, guarda en su memoria las historias de su abuelo evocando la antigua hacienda de Oxtoyahualco. Las de su padre y su madre llenas de ternura que utilizan la música para protegerla del miedo y apartar cualquier asomo de tristeza que pueda llegar desde el rincón del frío.
Allegra es esa niña de Orión, la seguimos con la misma curiosidad de quien observa el cielo.
La vemos descubrir las mariposas que habitan en la penumbra.
Andrea me dice que no es un libro autobiográfico, que es la voz de Allegra la que irrumpe en el oído fino de esta autora para reconciliarla con su vida. Que es una suerte de espejo en el que ella se mira y descubre los instantes en que el silencio inserta su cuchillo afilado en la penumbra de una niña de Orión.
Una niña que crece, que descubre nuevos instantes en la piel: la juventud exuberante y bella la toma por asalto,
“llena su baúl con el dolor que heredó de sus abuelos y una guerra que nunca conoció de frente”
Allegra va en el camino. Nos lleva a ese momento que devora la piel, que nutre la pasión, que abarca el recorrido sensorial del paisaje, la música, la magia, los personajes: Diego Rivera, Huidobro, Isadora Duncan. La canasta que se llena de viajes: Grecia, las calles santas del medio oriente, el mar muerto, las mezquitas…
“Allegra Se perdió en la sensualidad que los jóvenes padecen al hundirse en la poesía de Sabines y la música de Garbarek”.
Es el instante de las decisiones rotundas, cuando descubre
“que la vida es una jugarreta de Dios, un mal chiste. Que la ración de felicidad que le tocaba llegó a su término”
Allegra recoge los trozos de corazón que quedaron tirados en el polvo y atraviesa el túnel…
“Hay que inventar una nueva soledad para el deseo” le dice Álvaro mutis al oído.
Allegra descubre la noche, la intimidad que arde en el insomnio, se hermana con la noche, se llena de preguntas, “ya no insiste en el encuentro de lo que nunca encuentra”
La soledad le muestra su alfabeto; en este instante;
“Ha de zanjar fantasmas que la habitan, fermentar lo pasado –bosquejar otros rumbos”.
Allegra sacude eso que duele y que no sirve para nada “Quema presencias- nombres- espectros/ Calcina rostros-deseos- utopías/ Con las cenizas hilvana vestigios/ pinta paraísos, los penetra”.
Allegra llega a la orilla del momento que evoca a la palabra;
“su canto/ pentagrama sostenido con hilos de alba/ espera lo imposible”.
Busca el silencio, borrar el ruido de años que duelen no es fácil, busca el espejo en las palabras, se busca en el amor
“La poesía es lo más cercano al amor que reconoce”.
Sigue el repaso, la evocación de la memoria, las preguntas que aún quedan sin respuesta, ella debe mirar por el espejo retrovisor para entender esos años del desvelo, del miedo, del desaliento, guardados en un pozo.
La palabra perdón llena la voz de las heridas.
“Allegra necesita perdonar para partir/ilesa-intacta- limpia/ como nube que se dispersa”
Pero el duelo invade la piel de los días que la habitan porque todo duele en el camino andado:
“Le duelen los néctares desperdiciados
Le duelen los tajos muertos de corazón que no ha enterrado
Le duelen sus manos lánguidas que empuñan porvenires ilusorios
Le duelen los pasos , el ritmo de su caminar y sus naufragios
Le duele la música- le duele el canto y el teclado de su piano
Le duele el desamor – el amor y esa perra necesidad necesitándolo
Le duele el golpe bajo de un poema
Le duele la vida.
Le duele su esperanza”
Allegra quiere desdoblarse aparecer en otra, escucha voces que le exigen dejar atrás lo que ya quedó atrás:
“Le tiran su ropa vieja/ sus zapatos incómodos/Siembran flores en sus antiguas macetas / limpian los pisos y techos de su casa/ renuevan sus vajillas”
Es el destino que marca las líneas de la mano, y Allegra se prepara para ese gran final. La poesía se convierte en el espejo que refleja todos los gestos depositados en el rostro del tiempo que siempre deja huellas.
Es un camino solitario, que canta en la oscuridad, que trata de encontrarle algún sentido al viaje.
“ ir y venir tan solo oscila entre el final y el inicio”
Es un repaso, un despejar todo aquello que se carga en los hombros, un fluir de nuevo, después de tanta lluvia.
Andrea Montiel despeja el horizonte, barre, limpia, resucita los versos que construyen el espacio primigenio, que restauran el paisaje perdido para que Allegra cure sus heridas y pase y llegue a la orilla.
“Lacerada de siglos/ sana sus heridas con palabras/
Las cicatrices hablan/ supuran recuerdos
Intentan comprender al agua/ que limpió las llagas con su savia/Al viento/ que las cauterizó con su caricia/.
Es el tiempo de otoño, la palabra del tiempo que cosecha el árbol de la vida.
“Las memorias ahora fluyen a ritmo de sonata”
Es la luz que ya no tiene prisa, el verbo del sosiego que acaricia por la tarde, el instante que llega, como polvo de estrellas, a una nueva manera de estar vivos.
Es mirarse en La niña de Orión, el Cazador— esa constelación prominente, con sus estrellas brillantes y visibles desde ambos hemisferios, que se asoma en las noches de invierno antes de que amanezca.
La niña de Orión de Andrea Montiel recupera las memorias, que le han dado existencia, ofrece su perdón, y agradece por todo lo vivido.
La muerte es el instante final que es también el principio, Allegra es la hechicera de estos poemas que Andrea Montiel deposita en el sueño del viaje. Es Allegra la que escribe estos versos; es Andrea Montiel quien construye el espejo. No es una biografía, son instantes que corren la cortina, es el Yin y el yang, el anverso y el reverso del sueño. La cara o cruz de las palabras que vuelan en el aire para que quien las tome pueda mirar su vida en estos diez instantes.
ANDREA MONTIEL, LA NIÑA DE ORIÓN
Instituto México-Israel
30 de junio de 2019
Angelina Muñiz-Huberman
Esta vez, Andrea Montiel, en La niña de Orión toma cuerpo y espíritu como la imagen de un todo inseparable sin límite ni condición. Quizá, la clave de su poesía parta de la cita inicial de Teilhard de Chardin: “No somos seres humanos que viven una experiencia espiritual, sino seres espirituales que viven una experiencia humana”. De ahí, Orión, el héroe mítico o la constelación que embraza, como un escudo, la parte poética del ser humano: la infancia. Es, pues, la niña la que iluminará el cielo vuelto tierra. Aquí, al alcance de la mano, pero con la posibilidad de volar al espacio sideral. La niña tiene un nombre paradójico, de raigambre sefardí: Allegra o bien musical al doblar la ele: “allegro”.
El personaje permite a Andrea Montiel distanciarse de lo autobiográfico para ver a la niña desde la lejanía y con una nueva perspectiva. La primera persona se funde en la tercera. El nombre define y desdefine. La conjugación verbal abarca pronombres, tiempos y modos. El panorama se amplía y permite la implantación de lo inventivo, lo imaginativo, lo trasgresor.
La materia se agrupa en un ritmo temporal dividido en 10 instantes o las nueve sefirot más el álef impronunciable. O bien las ramas del Árbol de la Vida. Todo en clave que se desliza hacia el entrelazamiento de vida-muerte, amor-soledad. Así, el “Primer instante” ubica a la niña Allegra como “de religiones en pugna / ojos aceitunados y míticos. / Sonido de cristal y flautas / perfil de viento”. (p. 8) Para más adelante afirmar: “De dos raíces distintas nació Allegra. Dos raíces en guerra la engendraron”. (p. 9) Sin hermanos, sin familia, sólo la música la unió a sus padres “y orquestó su vida como pudo”. (p. 9)
Datos, anécdotas, el barrio de la infancia y sus sonidos. Los cuentos del abuelo, historias de perros y caballos, pero también de aparecidos y de fantasmas. Todo ello germen de la imaginación sin restricciones, hasta el punto de inventar niños que con ella juegan en la soledad de la casa o de escribir cartas a quien no le contesta. “(Allegra es una extraña en esta tierra…”) (p. 17)
El “Segundo instante” describe a Allegra cuando ya es joven y elige “vivir ilimitada”. “Piensa que la vida es una jugarreta de Dios / un mal chiste” (p. 21). Marca sus pasos entre ciudades y continentes, museos, pinturas, poesía, templos, música tonal y atonal. “La sedujeron sangres aventureras / y una infinita tristeza salvada por sus pasiones”. (p.23) Persiguió la moda, el rock, las drogas y la embriaguez como un pretexto en busca de la libertad absoluta. No paró de buscarse a sí misma.
En el “Tercer instante” se relaciona con la noche y sus amores: se considera a la par del mundo de los gitanos (y recordamos a García Lorca), su música y su trajinar. La luna, las estrellas, el zodiaco, el aquelarre se revuelven en busca de respuestas que no ha hallado a la claridad del día: “Que la noche responda con sus sombras / su oscuridad / su misterio”. (p. 31) El insomnio y el suicidio rondan. Es entonces cuando Orión brilla en el cielo y se convierte en un signo benévolo. Amores van y vienen en matices opuestos, “recicla querencias” (p. 36) y se sumerge en la magia, la numerología, los códigos ambiguos: “siete la cifra de su dicha” (p. 38) “Solitariamente luminosa / morirá dando a luz hijos de palabras”. (38)
El “Cuarto instante” describe el modo cómo dolores, tristezas, melancolías, hallan por fin su expresión en la poesía: “lo más cercano al amor que reconoce” (p. 49). Por fin la luz ronda en medio del mundo y las cosas se enfrentan al poder de la palabra que las nombra y las descubre.
El “Quinto instante” refleja el paso del tiempo, cruel, indiferente, imposible de detener. La idea del suicidio persiste, una muerte asfixiante que se acerca en manglares y en pantanos. “El tiempo es un caracol que camina / sobre su cuerpo y lo envejece” (p. 55) Un último intento es una ofrenda al amor-vida-muerte: “Quiere morir a toda vida / morir amada / y amando fallecer sin darse cuenta”. (p.55) Desgrana el latir del corazón en sístoles y diástoles y repasa los sentidos: vista, oído, olfato, gusto, tacto como la promesa de toda poesía. Para finalizar con el dolor en todas sus manifestaciones de la palabra encarnada.
El “Sexto instante” parte del obsesivo espejo borgiano al espejo constancia de la vida. El rostro que se interroga ante su imagen sin saber si es certera o no, si miente o no. Después de todo, engañoso, al invertir su reflejo, derecha e izquierda distorsionados. “Espejo que a veces la mira como quiere mirarse / y otras no le gusta lo que de ella sabe”. (p. 65) Espejo que ya no exhibe los rasgos de la Allegra niña y que mide el tiempo en cristales rotos. El cuerpo se ha cansado y, en cambio, “Ser luz etérea quiere. / A imagen y semejanza / sin forma de recuerdo”. (p. 72)
El “Séptimo instante”, de nuevo el número siete como culminación del proceso nominativo-creativo de la Divinidad, aspira a la unión mística de la palabra con “soluna” y los astros, Orión entre ellos:
Tomar luna podría liberarla
hasta perder la ruta de la tierra
unirse al universo sin vahos de por medio
ni ecos del dios que nunca ha visto.
Mas se autonombra heredera del sol
aunque la luz la deje ciega. (p. 76)
De este modo, la palabra encarnada en el simbolismo del número siete equivalente a la creación del mundo, se convierte en la poesía misma: “la palabra que salva -reta- mata / … la palabra de vocales sonoras y consonantes sordas / … que vive entre los seres del desierto”. (p. 79)
La palabra puesta y descompuesta en cada una de sus letras adquiere la capacidad de volar y “abrazará los astros hasta fundirse en ellos”. (p.81)
Los instantes empiezan a acortarse y el “Octavo instante” resume la melancolía del paso del tiempo y la cercanía de la muerte. “Allegra habita el corazón del otoño” (p. 84) entre síncopas, blues del jazz, ritmo de sonata. Recuerda, entonces, las formas del amor y la magia de la letra álef y de la eme de muerte. Como el verso de Antonio Machado: “Nada se llevará cuando parta”. (p. 91). Hará un recuento y tratará de entender el sentido de su vida y sus muertes repetidas. “Hambrienta de mensajes / con una llave de tinta entre las manos / consultó mapas vacíos”. (p. 92)
El “Noveno instante” continúa con la idea del fin de los tiempos y el simbolismo de la muerte. La unión con los astros y la peculiaridad de su extinción luminosa, como regalo para los humanos, eleva la poesía contemplativa que desde la altura abarca la naturaleza toda. Vegetales, animales, seres de todo espacio, el cosmos en su extensión. “Verá el polvo / morador diminuto que habita las atmósferas / del hogar terráqueo y del espacio cósmico / (polvo interestelar que Allegra intuye / origen y cripta final de su existencia…)“(p. 98)
Desde el paisaje galáctico la vida se aleja y predomina la pura sensación mística de una nueva realidad irreal, adivinada, inefable.
(Su corazón es marcapaso cósmico
su cuerpo sólo apariencia…) (p.100)
El final se redondea con el origen de los cuatro elementos: tierra, viento, agua, fuego “que el Hacedor erige en su entresueño…” (p. 101) Cuatro elementos, cuatro versos que ofrecen una lectura horizontal o vertical, de derecha a izquierda como en la lengua hebrea o de derecha a izquierda a la manera occidental. Abarcando así la rosa de los vientos.
Para cerrar el poemario con el “Décimo instante” donde la niña de Orión, tranquila tras el desasosiego de la vida, prepara su despedida y sus últimos deseos. Escoge las cinco de la tarde, en el umbral que no es día ni noche, que evoca el lorquiano Llanto por Ignacio Sánchez Mejías. “La hora cinco le gusta a Allegra para morir una tarde / llena de sol y árboles radiantes. / No quiere que nadie hable de tristezas el día que la vean partir / sabrá quién dónde”. (p.105) “Hora para morir de frente”. (p. 105) “Y no habrá entierros ni epitafios”. (p.106)
Los diez instantes de La niña de Orión cumplen con la historia poética de Andrea Montiel donde “Su nombre luz podrá al fin ser / en silencio pronunciado” (p. 106). Cerremos el libro y cantemos su alabanza.
Gracias, Andrea.
CARLOS WILHELEME
La niña de Orión de Andrea Montiel
6 de octubre de 2018.
Yo quiero mucho a Andrea. A veces la imagino… como dijera Carranza… Eduardo… sonando en su casa como un reloj… dando las horas para nadie. Porque así es la poesía, diría él… tú lo sabes.
Así se escribe:
con esa soledad que todo lo acompaña (A. Montiel)
Esta pieza de Orión, es un libro encantador. En suelo mesoamericano dicen que cuando amamos, amamos fuerte. Pero cuando hablamos del amor hablamos desde lejos porque amar también lastima. Contraemos todo aquello que nos duele quizá para que su estallido no rompa más arterias y, según la leyenda, también lo que amamos lo hacemos pequeño para llevarlo en el corazón a la hora de mudarnos.
Por el humo de los diminutivos se sabe de dónde es el fuego
Es, pues, que hacemos uso de la ciencia de la distancia, capaz de capturar un incendio y alejarlo a manera de letargo, constante, hasta convertirlo en luz, luz que ya no quema, una estrella.
Esa ciencia hace que brillen los dolores e iluminen, igualmente los amores que inflaman.
Creo que Allegra es mucho más que este libro. Tiene el potencial de salir de él o incluso escribir otro con sus aventuras; pero en él y por ahora,
Allegra se enclaustra, y nada quiere saber del mundo,
sino ser poseída… por el letargo.
Y desde ahí brilla, la noche le habla a Allegra todo lo que calla el día, y Allegra pisa firme en su paso por la vida, deja improntas grabadas como huellas de pan en el sendero de un niño, y en cada huella queda estampada la vida, estancias importantes en la tierra.
Con Allegra de Orión… cada vez que su madre le presta sus ojos para ver el mundo… nos narra de su llegada, de la antesala de sus temores, sus placeres y pertenencias, las dolencias de un mundo que en muchas ocasiones no le cabe, y el pronóstico también de su partida: toda estrella, con esa ciencia de la distancia que a la luz devuelve su fuego:
su nombre podrá al fin ser en silencio pronunciado
Pienso que si uno llegara a tener opción de escoger qué libro leer antes de nacer, yo elegiría éste. Si uno aspirara a llegar aquí con algunas instrucciones importantes, sería bueno acercarnos a este libro antes de nacer.
Por momentos, le decía días antes (a Andrea): Cuánta de mi bella Andrea hay en este libro.- Y sí, conozco a toda la Andrea que ella me ha permitido, y que adoro; y está toda la Andrea que conozco en este libro. Por momentos, le decía a mi bella Andrea, es la autobiografía más poética que me había tocado leer. Sin embargo, desprendiéndome de la crónica de ciertos hechos, de algunos relatos de actos y eventos, encontramos personajes; a Allegra la lleva de la mano una narradora; encontramos bocadillos de una madre sabia, una brújula materna que habla al oído del poema entre unos paréntesis, y la noche le canta a Allegra por momentos, personaje estelar de este libro, cuya estela me ha dejado “Allegrado”.
Por eso y otros apuntes precisos, coincido en que hay una novela que se teje, con estos elementos se construye, y en forma de esculturas los poemas.
Es una propuesta poética que termina por ser encantadora.
Diez instantes porque instantes son los años vistos desde las estrellas.
Un solo poema por ser, tal vez, una sola vida.
Y los maestros. Grandes maestros que han guiado sus palabras y que le acompañan en muchos de sus libros en forma de epígrafes.
Así, penetramos a los diversos episodios, que a manera de poemas nos presenta. Poemas con la deliciosa melodía que le habita, esa misma que le conozco, con compases descendidos de los mundos que le hereda la dinastía de la música de ópera.
Ahí es donde:
… sabe que el beso es más hechizo que el brebaje
… que es noctámbula enamorada de las sombras
… y que el alma es un misterio sin piel y sin tiempo
Pero yo, que vivo también las Andreas de la tarde… de un quinto piso con vista al parque, las Andreas que quiero dentro pero también fuera de este libro, leer:
… que la ración de felicidad que le tocaba llegó a su término
… que el corazón roto de su canto piensa en suicidarse por momentos
… que su ser huele a hogar deshabitado
… que le duele 22 veces el mundo
… me lastima una y tantas veces.
Sin embargo, me duele de una forma en la que me callo. Porque la cuido en silencio. A oscuras del faro de su sabiduría. Pero insisto – cuando nos duele algo nos constreñimos – y a ella le viene doliendo la muerte, y me estalla su dolor inevitable.
Miro en silencio cómo una artista debe dejar su rastro de sangre. Así debe ser, como todo poema: con una pequeña dosis de suicidio. Las palabras resultan de lo que sobra tras haberse lanzado a un vacío y regresar a la cima escalando entre piedras ásperas, recogiendo versos sangrados en las paredes del acantilado.
De no haber leído buena parte de la obra previa de Andrea, extensa y sumamente construida, por cierto, me asustaría; pero hoy, me duelen, con ella, únicamente los zarpazos de la muerte que se ven por su ventana en ocasiones. Por lo demás, sé que Andrea está loca. Es una loca que crea castillos para que los cuerdos los habiten. Una loca que construye puentes para que los cuerdos los recorran. Y cuando un poeta habla con la muerte, deja rastro y testimonio en sus poemas, para que la muerte sea más blanda, quizá, más tenue, en el corazón de algún otro cuerdo que se acerque.
Con ese aplomo Andrea
ahuyenta la soledad que empuña
y estrena corazón en cada libro.
Así le canta la noche, y sangra dentro de su sangre, y escribana de ella misma escribe, a bordo de esa barca que todo lo vuela, flotando para poder morir… y reaparecer en un amor que no entiende de otras cosas.
Esta pieza de niña, pieza de Orión, es otro libro que estrena corazón.
***
Dedico este poema para Andrea que a la vez me despide:
(poema escrito para una sombra)
Una sombra
Una sola sombra te acompaña
Sola sombra infinita
Encendida
Ardiendo con la luz de una luciérnaga
Incendiada de universo
Como si un presentimiento de grandeza te siguiera
Y hasta el pie más profundo de tus huesos te agitara.
Por la ruta rota de la arteria del arte
Una sola y asolada sombra atraviesa florecida
Desolada sombra sola negra y atrevida
Blanca luz o azulada cuando el sol más amarillo ve tu vientre
El ojo de la mente, tus manos adoradas.
Esa sombra peregrina
Esa sombra gorda que camina me conoce
Y desde que te vio dibuja la luna detrás de mis suelas
Y esa misma sombra que diseña el horizonte de los sueños
Desde que se percató me dijo que te seguiría.
Carlos Wilheleme
Cafebrería El Péndulo
Col. Roma
México