JUEGO DE SOLITARIOS
Dios mío, en vuestras manos entrego mi cuerpo.
Se dice: loco de alegría.
También podría decirse: cuerdo de dolor.
Marguerite Yourcenar
Algún día reté a Dios frente al espejo pidiéndole me demostrara su existencia. Nunca escuché su voz ni mis ojos le vieron pero atendió a mis ruegos salvándome de los abismos. En mi juego de solitaria a Él recurro. Busco el amor en su misterio y entiendo que en la absoluta entrega en el estallar de las pasiones ahí se encuentra: Amor-Dios mimetizado yo y el otro fundidos después del recorrido de la carne por las calles después de quemar perfumes para alejar a los diablos e intentar la reunión del agua y el aceite. Entiendo que toda mujer y todo hombre que aman son pobres inocentes sin culpas impregnando sus aromas en el lecho donde el amor han transpirado. Y no es sólo un cuerpo lleno de células golosas ni de una carne hambrienta por tanta soledad que hunde los cabellos en la arena. Y no es el amor disparatado sino la búsqueda y el desamparo que Dios a todos nos hereda. Y no son mujeres y hombres libertinos sino mujeres y hombres libres que se atreven a ser a ejercer su deseo a escoger el camino el sitio donde mirar y detenerse. Y cuando al fin habitan el interior de una mirada de nuevo pierden su libertad y se transforman en ángeles reclusos que cambian de esclavitud por la pasión donde todo se olvida. Sin embargo mejor simular el amor que el abandono amor fuego inaprensible amor brujo amor manantial amor casa donde es posible salvarse.