De callar este amor Me duele el cuerpo
ILUSTRACIONES
Arnaldo Coen
Ediciones Armella S.A. de C.V.
Colección “Caballo Verde” 1989
Me tocó dar la mano, doy la flor imperial de mis deseos: Cabello esperando atropellarse con su mirada Cuello en desnuda demencia ofreciéndose a su beso Ansia de pactar con los límites de su cuerpo Intrusa en cada uno de sus pasos Tornándome habitante de sus estancias ( Comienzo silencioso mi juego de fantasía) En el corte de barajas simulo no sentir el mal tercio de esta tercia, Naipe enclavado en un par de cartas marcadas Viril evasión que me transgrede Tahúr de mi esperanza. Pagué por ver. El as de su corazón estaba dado. Se agrieta el camino de mis apuestas, mas en la ronda por sus fronteras hay un reto y quiero revirar el sueño. Sobre la mesa: la espada de una presencia y de mi parte un comodín y el trébol negro de mi suerte.
Renazco. Un latir acelera mi pulso moribundo. Ahora soy tensa cuerda vibrando en el aire que tu pecho exhala. Entonaré un canto en tu nombre, un himno de fuego, de bestia luminosa como tu hirsuta cabellera. Mi torrente de voz te acechará, caudal en la brecha del juego. No habrá treguas ni armisticios. Tus contornos serán el territorio y tu corazón una de mis fronteras. Dejo la otra para que tú marques el trayecto.
Enamorada de ti como del aire que todo invade todo traspasa van alma en pena mis deseos, garras silenciosas surcando tu perfil en el perfil del horizonte. Deseos, animales mañosos inundan mis atmósferas, desbocan mi locura. Mas toda la sensatez de tu mundo palpita a mis espaldas acallando la fiebre por decirte: -quiero- Sé que tengo una aventura en consignación sin poderla vivir. Tu corazón todavía lejos de sentirme, sólo me piensa.
Tal vez me vuelva loca porque hablo sola pero tú estás aquí cuando te hablo, respiras y en la imaginación de esta perra soledad me contestas me tomas de la mano me haces cantar frente a los muros. Si todo es inventado, lo seguiré inventando porque siete veces tu nombre ha tocado a mi puerta, siete mil veces he escuchado sus golpes. A gritos te alucino beso tu labio inferior lloro en tu pecho y mis fantasmas atestiguan: para amar no hay que buscarlo, sucede donde no se espera. Atestiguan: las horas no alcanzan, las ganas ahogan. Al amor no hay que matarlo con silencio.
Al hombre que amo le hierve la sangre. Hoy conocí la rojiza palabra de su piel hablándome. La música goteó sinfonías en silencio contrapunto con mi fiebre y más sed tengo. El hombre que amo tiene la lengua suave como una cascada tibia, venenosa serpiente en las grietas de mis labios. Es río, lava sin mentiras. el cráter de su pecho me tiñe de erupciones. El hombre que amo es un sol felino llagándome con besos todo el cuello. En mí estuvo su boca, sigue su boca estando, alfabeto interminable de la noche que aún no he visto y más hambre tengo. Su filtro es un renacer que otoña todo septiembre y ha transformado mi tiempo, pareciera que descalza piso astros y de luz son mis raíces. De caracola mi corazón se hace trompo y silba, silba, silba locuras…
Podría vender el alma al diablo con tal de siempre vemos acariciar nuestras urgencias. Tú has venido a poner mi mundo al revés. Ahora persigo tu boca como perseguir el agua, zumo, licor, vicio de mis rótulas heridas, naufragio en pos de tempestades. Y ahí voy en altamar, persiguiendo el agua de tu boca, boca de sal de anís púa prendida a mi deseo de jamás ser de ti deshabitada.
Larva delirante prendida a tus rodillas clavada en tus raíces evitándote el paso resulto ser, rama de tu tronco vocales de una voz que ya no escucho. No obstante ni aun con tu silencio muero, conservo los insomnios, en ellos te acaricio. Me miro y más te amo porque has hecho de mis ojos luceros diez planetas satélites de un sueño que por buscarte tanto, tal vez un día te atrape.
Aire, libertad confinándome al vicio de ti, amor que a distancia tanto dueles. Culpo a mi corazón arquero y a su mal tino. De nada serviría levantarle una demanda, insiste en morir de pie llagado por tu beso que a diario obstinado revive. Su necedad: ser guardaespaldas, águila vigilante merodeándote. Su argucia: alzar el vuelo más alto y atropellarse con todas tus estrellas.
Hacernos el amor con el vértigo de la navegación que nunca toca tierra, inventar con la saliva un planeta sólo cubierto de mares de espumas equilibrio entre el remanso y nuestras tempestades, ser brújulas imantadas con iguales direcciones, recorrer los litorales de cada continente, paso a paso rodear lo desierto hasta llegar a las praderas penetrar en las malezas y acampar en la intemperie mágica de nuestras desnudeces. Hacernos el amor en los senderos que evaporan el ansia de tenerse, alzar el vuelo entre el hechizo del aire, torturar con lejanía la tentación de las caricias volátiles pretéritos conjugando recuerdos, libertarnos al contacto crispado de los besos hasta declinar la palabra amor en todos los idiomas y aceptar que la copla tiene una grieta en su paisaje, ese desastre de haber nacido con los cuerpos separados.
Ebria en tu cabellera de vino tinto, en el mareo de estar en ti me siento un blues de elegantes compases, una nota sola en la samba de tus labios. Dedícame la canción de sal y néctar de tus muslos, sé música a mis ojos silencio consternado ruido absoluto en mis insomnios. Sé todo junto y colabora un poco más con mi locura. Pinta sobre un muro un colorado sol y en desbandada, mándame nubes de palomas mensajeras con tu misiva intrusa orquestando mis sentidos. Yo, escribiré con tinta hecha de mi sangre: bébeme, invade con tu sed mis manantiales.
Debo tener una extraña amistad con el sol, astro de obsesiones. Este amigo me obliga a confesar toda mi demencia diurna y los desvaríos que maniatados por las noches son brasa sobre mi almohada. Me obliga a levar anclas en el fragor de sus llamas pues su madrugada se espanta al saber que te espío robándote el descanso. De tanto pensarte mi intención es mantenerte insomne, con todas tus imágenes revueltas invadidas de mí a flor de piel degollándote al lado de mi cómplice el silencio. Hasta que de nuevo aparezca el sol, luz tuya iluminándome. Entonces, amanecer tramando otra historia para otra vez encontrarte, ofrecer una sonrisa más de esplendor enamorado, habitar en los dominios de un idioma de teas y alcandoras, de astros de obsesiones y ser ambos el mismo sol que a sí mismo se calcina.
Para que siempre subsista dejemos el amor pendiente, suspendido en su propio abismo en su no terminar porque de hacerlo, se nos muere lo único que vale. Dejemos el amor pendiente para sufrir con la nostalgia del hubiera inexistente, de un amplio hemisferio donde imaginerías serán el escenario y así poder decir: Sigo viviendo.
Por Usted trastornada, los árboles cercanos a su casa me parecían más bellos. Podía respirar el sol aunque la tarde fuera toda hecha de lluvias. Pude felizmente escribir poemas y no importaba si eran realidad o melancolías de sangre entre mis dedos. Al saberme viva en Usted, cumplí los pactos de retoñar encubierta en la red de unas venas por donde ya no corren lutos. Proliferó un espacio, selva de terciopelos y primaveras ebrias, mas Usted me arrancó de raíz y con su desamor contaminó de lejanías mi ternura.
He ordenado a mis ojos y a mis manos olvidar su piel, su rotunda mirada la casa de su cuerpo sus muslos rocas tibias, bastiones abrazándome. He ordenado al suspiro olor a muerte, a estas soledades que están sin ser buscadas y se entrometen en mis huesos sin tener licencia para pertenecerme que le arrasen. He ordenado a mi aliento cavar fosas, organizar sepelios en el aire y ya no sentirle a mis contornos adherido. Necio amor. Se condujo sin manubrios. Sin mi consentimiento tendió una trampa al juicio desbarrancándome hasta perder la última pizca de lucidez y euforia. Ordeno a mi esperanza que agonice.