TRINO DE PUÑALES
Para Astor Piazzolla
in memoriam
Prologuista de nostalgias iracundas. Entretejido amor que está de partida. Tango laberinto. Tu bandoneón en síncopas respira como un pulmón que le falta el aire. Amordazas al viento y los bronquios mágicos de tus digitaciones cabalgan como yeguas en celo. Elegante tortura ósea devenir en cámara lenta anatema cromático de tu locura de tus ojos cerrados de la lluvia de tu cuerpo de tu camisa negra. Latino cascabel de ansias no puedo descifrar la explosiva enervación de tus tambores ni este ardor de retorcidos espasmos. Siento tus pentagramas como un visceral desorden suicida velocidad mecánica que pulsa parálisis respiratorias jadeantes dolores dolorosos enamorados de la soledad. Ese paladeo agridulce de tus arpegios ese grito de tus acordes disminuidos es el sensual abatimiento de tu mareo entraña lágrima sintetizada tanguero contratiempo de azucenas afilado trino de puñales abemolados. Tus percusiones marcan los ritmos que tal vez tiene Argentina y el sobresalto y la tristeza de tu bandoneón me sentencian a cruzar un corredor de espejos: Me veo caminando por la calle plagada de maniquíes. Me codeo con marionetas rostros de colores inmóviles. Mi tristeza se mueve entre los zapatos y en cada paso la miro. Así llego a un cafetín me siento fumo un cigarrillo el humo reseña la tristura la respiración me cuesta y se convierte en llanto sólo los cabellos me envuelven en medio de las partículas del aire. Como todos busco entre la tarde un ave un lugar donde habitar y miro que falta un adoquín en la banqueta: ¿dónde hallar uno de idéntica cantera? Afuera transcurre el reparto de ilusiones las multitudes mastican en gajos las palabras hablan de la luz y opacan el aire. Claroscura tarde de rendijas. Yo estoy liberando cangrejos encarcelados he comido volátiles migajas y produzco panes. De mi conciencia gotean las fronteras la caída se transforma en rito la herida en verso apago mi rostro entre las manos y se humedecen mis rodillas igual que los ojos de las madres de la Plaza de Mayo. Ronda ronda ronda. Ahora bebo mi café. En él miro mi reflejo. Peino la cabellera. Me compongo el vestido y de nuevo siento la tristeza con que cuentas esta historia. Pongo tres monedas en la mesa del café. Me visto con mi gabardina azul. Salgo a la calle que se convierte en laberinto la lluvia me enreda en desnudos galopes. Ahora corro hasta mi casa en las esquinas doblo mi cuerpo se cansa camino vuelvo a correr. Al fin llego con tu tristeza y la mía hasta la puerta del silencio.