MIXQUIAHUALA
desde la casa mundo de Byron Gálvez
Como deseo de Dios salvaje y milenario se extiende un paisaje que devora nuestros ojos. Aquí los árboles son fuego savia coagulada en tierra y los ramajes de heno taciturno sereno tragaluz de un cielo en sombras. Aquí las aguas son distancia añosas pieles sobre el musgo danza de la espuma con la roca y el viento un cortinaje solitario. Mas el río de este pueblo no está solo. Centinelas ahuehuetes escoltan sus caudales y en medio de trinos y humedad herido de pureza vive el aire. No falta nada. Por los abismos viaja el eco insistente plegaria que asciende hasta la cima sembrada de casas. Dentro de ellas desfilan sueños ocre desnudeces de mimbre ritmos estallidos de rabia y el cíclico reflejo de toda la policromía. Desfila el horizonte con su efímero mundo de nubes desgajadas y por los ventanales penetran invasoras raíces de centurias manos esculpiendo encrucijadas a imagen y semejanza del tiempo en este lugar de los mezquites.