Desde el olvido


DESDE EL OLVIDO

Andrea Montiel

a mi madre

Rosa Rimoch

(fragmentos)

Piso un camino de mieles
mis recuerdos se derriten
en la cera de las abejas

retorno a los espejos que reflejan
la imagen de otro tiempo.

Soy niña
recién existo
con este aliento el aire me dibuja
y sueno como una castañuela rota.

Mis cabellos bailan
trotan
potros nocturnos
entre las estrellas.

Veo las rosas
todas revientan
dando a luz
el nombre de mi madre…

***

Mujer niña de nadie
hija de la guerra
perseguida por la muerte.

Mujer libre   andarina
dueña de tus sueños
y el templo de tu alma.

Naciste con luz del candelabro de los siete brazos
y por años te guiaron las seis puntas de la estrella de David.

La música encauzó tu vida
tu voz
tus manos tenues
y Cristo clavado en tu mirada se conjugó a tu origen.

Mujer nombre de flor

bendigo tu linaje
tu atrevimiento de amar sin concesiones

y darme albor con tu tersura
y vida con tu vida …

***

Mi madre Rosa es como la hija que no tuve.

Dulce mujer de terciopelo
infanta desprotegida
a quien cuido como flor en botón.

Madre una de la otra
cómplices
trotamundos de sueños
que los astros nos predestinaron.

De ella nací
y morirá sin mí
con esa lenta muerte que amortigua mi dolor.

Compañera de pasos
de tu voz aérea como el vuelo de las aves
secuaz de tus delirios 
madre
hermana
hija

mi ser te ama
como el poema
ama
a la poesía…

***

Si yo te contara    madre
cuánto dolor me has heredado
cuánta oquedad percibo entre los seres.

Madre
tu carne en mí se ha prolongado
pero también la pena de sabernos
a todos tan distantes.

Cuando de niña me prestabas tus ojos
aprendí a caminar por tus recuerdos
a deshilar el manto de tus sueños.

Y sabes   
nos parecemos desde siempre
aunque los años nos separen.

Tu rostro
es el espejo donde podré mirar
mi ancianidad de algún mañana.

Tus manos
las manos que mantuvieron mis pasos
por el tiempo.

Tu voz
la voz música en palabras que hoy grabo
con tinta en mis papeles.

Somos lo mismo    madre
mujeres en medio de la nada
pariendo hijos
estrellas
llanto.

Somos el fuego de una tarde
en que la muerte vendrá
para llevarnos.

También quisiera contarte    madre
de toda esta vida que tú me has heredado
del gozo inexplicable que a mis ojos le cabe
cuando miro la luna
el mar
las telarañas
o cuando mi piel se eriza pudorosa.

Por ti   
conozco la fiebre del deseo
la candidez y la nostalgia.

Por ti fui condenada
a sobrevivir con esperanza
y con esta soledad
que todo lo acompaña.

Tú bien sabes
de esas sorpresas con que tu canto
despertó mis sienes
alimentándome las fantasías
creciendo en mis oídos hasta escuchar
al Dios que tanto negué
por el camino.

Y me dejaste libre
al albedrío helado de mis días.

Y me dejaste sorda
con tu voz que aprisionaba las magnolias
en aquellos jardines que siempre quise
cultivar con mis no hermanos.

Ay madre si yo te contara
¡cuánto he caminado!

Y en el trayecto donde tú me iniciaste
sola
encontré razones
sin sentidos
verdades a medias
mentiras
mi alma escandalosa
amor
distancias
ansiedad ilimitada.

Hoy sola
sigo encontrando sólo preguntas
pasos lentos
respuestas silenciosas
y tu  mejor herencia    madre
la deliciosa e inagotable incertidumbre
de mis sueños…