A propósito de Carlos Illescas…
Todos somos puerta al infinito”, alguna afortunada ocasión le escuché decir al amigo Carlos. Sin embargo, lo que somos se muestra en el quehacer, en los hechos y manifestaciones de nuestra vida en el tiempo. Poeta desde siempre, Carlos culpa a la música, a esa poesía del sonido con que se expresaron, entre muchos, Brahms, Shubert, Shumann o Messiaen, por haberlo hecho penetrar en el mundo de la poesía, que es la música de las palabras. Durante años y años ha escrito versos para indagar y recrear lo que para él es la vida. Y la vida de Carlos estuvo con nosotros desde hace varias décadas, desde 1944 cuando al venir de Guatemala, decidió conocer “la tierra de sus mayores” como tuvo a bien llamar a México a partir de entonces. Después de ejercer el periodismo comenzó su carrera diplomática al ser nombrado agregado cultural y más tarde secretario de su embajada. Y es con la caída del gobierno democrático de Jacobo Arbenz cuando decidió radicar definitivamente en nuestro país, que fue suyo.
Hablar de Carlos es hablar de comunicación, pues su afilada pluma surcó los caminos de la prensa, el cine, la televisión y la radio, en la que destacaba su labor de creación de guiones, cursos, horas literarias, adaptaciones, cuentos y radio teatro. Radio que para Carlos fue uno de los medios de difusión más apreciados, ya que además de estar al alcance de infinidad de escuchas, permite un mejor desarrollo de la literatura. A diferencia del cine y la televisión, medios donde la imagen precede a la palabra, en la radio son las palabras y la magia que ejercen, lo que permite que las imágenes se conformen.
Por largo tiempo Radio Universidad lo tuvo encabezando sus programaciones y detrás de sus micrófonos. La UNAM, como catedrático en la especialidad de Literatura Hispanoamericana. Diversos diarios y revistas de circulación nacional, como colaborador incansable. Y en la poesía, sus palabras vivas y embriagantes, naturaleza puesta en escena y un bello verdugo donde cada verso puede ser un epitafio:
“No resulta fácil morirse
en nuestros países sobrecargados de paisajes…”
“Como rocas sedientas
son las palabras. Agua,
piedras de nada fijas
a mitad de un desierto.”
“…hasta la degollación me llevas adorable
santa, misericordiosa representación
del sueño y del amor. Naturaleza.”
Carlos buscaba rincones a la vida y los expresaba, insistía en el amor, lo entretejía con todos los rostros posibles, y al mismo tiempo se manifestó como un creador preocupado por el trabajo artesanal al elaborar octavas reales, sonetos y epigramas, siempre atento a lo preciso de la acentuación, de los encabalgamientos, del ritmo y de todos aquellos elementos necesarios en la realización de la tarea poética:
“Anúdeles su piel,
jardines de otros látigos.
Verálo usted, Amor,
cómo se frena en seco el aire
tras la palabra amor…”
La creación poética a fin de cuentas, es una necesidad. Pero convertir en duradero lo que hacemos al escribir, decía Carlos, sólo se logra con el ejercicio de la técnica y la humanización de los métodos. Los poetas, hombres y mujeres en el acto de libertad y soledad que implica la creación, tenemos con las palabras, una voz en la pluma, una lente de aumento al infinito para reflejar la propia naturaleza y todo aquello que nos circunda.
Gracias Carlos por haber estado entre nosotros y darnos tu poética sabiduría…
Andrea Montiel
(Palabras homenaje en el Centro Cultural Domecq 8 de septiembre de 1986)