MAGIA Y LITERATURA

La magia es tan antigua como el pensamiento humano al igual que el lenguaje, medio de comunicación entre los hombres, los cuales desde los orígenes de su mente salvaje, trataron de comprender al mundo pensándolo como regido por dos principios, según los estudios de James Frazer, en su iluminador libro:  La rama dorada:

la ley de la semejanza y la ley del contagio

Así, se creyó que lo semejante producía lo semejante o que los efectos eran iguales a sus causas, y con sólo imitar algo podría reproducírsele, y por otra parte, se creía que las cosas una vez que estuvieran en contacto unas con otras, actuarían recíprocamente a distancia, incluso sin contacto físico posterior.  La magia entonces, era una manera de concebir al mundo, de entenderlo y dominarlo, haciendo que éste actuara a la medida de los deseos. 

            La palabra por su parte y desde sus orígenes, simbolizó el principio vital pues, “En el principio fue el verbo”, y el mundo efecto de la palabra divina y acto de la voluntad creadora.  Así, palabra y lenguaje no han sido otra cosa sino la manifestación de nuestro ser que se expresa a sí mismo, a través de lo cual nos comunicamos con otros y con lo que nombramos todo aquello que nos rodea.  Mientras más palabras conocemos, más mundo podemos poseer, recrear, transformar, inventar.

            Sin embargo, cuando las palabras trabajan para la literatura se conducen, como dice Octavio Paz, “como seres caprichosos y autónomos” y adquieren un poder mágico con el cual los objetos, situaciones o personas que nombramos están animados, movidos por una misma energía y el orden que les damos nada tiene que ver con jerarquías preestablecidas sino con la vivacidad que internamente nos provocan.  Así podemos unir elementos que nada tendrían que ver uno con el otro y creamos un mundo nuevo.  En especial con la poesía, que desde su origen fue el arte de la palabra, y gracias a ella, hemos podido hacer nuestras las emociones, los sueños, los anhelos y  al mismo tiempo provocarlos en los demás.  Hemos podido visualizar lo inexistente, construir imágenes y generar el hechizo o la fascinación donde lo real tiene otras dimensiones:

Hermano sol, cuando te plazca

vamos a colocar la tarde donde quieras.               
Carlos Pellicer

Turquesa, te amo como si fueras mi novia

como si fueras mía.                                                 
Pablo Neruda

Soñé que la ciudad estaba dentro

del más bien muerto de los mares muertos.                      
Ramón López Velarde

En animal de amor la magia me convierte

Y ya no conozco otro amo que el amor.     
Marco Antonio Montes de Oca

Mujer el mundo está amueblado por tus ojos

 Se hace más alto el cielo en tu presencia.              
Vicente Huidobro

Un pulpo me hace guiños a través del cristal

 Y sobre mi cabeza arden, en el crepúsculo,

las erizadas puntas del mar.                                  
Alfonsina Storni.

            Y así, la poesía es conjuro, fascinación, hechizo, utiliza la magia de las palabras para crear un recinto espacio-temporal con una realidad distinta, al igual que un mago, el y la poeta, extraen de sí mismos los poderes para transfigurar el mundo. 

De igual forma la prestidigitación y el ilusionismo imponen su encantamiento, nos envuelven y adormecen transportándonos a un aquí y ahora distintos y así poder vivir los sueños.  Junto con el prestidigitador vemos como los cuerpos levitan, flotan, giran, aparecen y desaparecen.  La gravedad no existe, la estabilidad se nulifica, los magos (como los y las poetas) guían y dirigen, provocan que la imaginación comience un viaje y así, la música de los magos es la de sus naipes o sus espejos, y la de los poetas sus palabras o sus silencios, ambos en el mar de la magia, ambos testificando que los sueños son posibles y que se puede crear lo que no existe.  

Recordemos a León Felipe en su poema  precisamente titulado El Prestidigitador:

Un día tomó Dios

el sucio barro de la charca,

 un puñado de arcilla…

 lo amasó bien entre sus manos…

 y sopló…

 sopló sobre las narices de la arcilla,

sopló como un ilusionista que ejecuta un juego de manos…

 y de aquella arcilla salió…

Ahí está, miradle!…el Hombre.

Oh… éste si es un bonito juego

de prestidigitación.

Ahora recordemos a Renato Leduc en su poema El Mago, en el cual con su festiva palabra logra inauditas transformaciones:

El mago tenía dos hijas tan bellas…tan bellas

que el gobierno en masa andaba tras ellas.

Muchachitas serias pese a sus deslices

las niñas amaban los cabellos grises…

(Cabellera gris: emblema argentino)

¿Ricachón precoz…? Si acaso Tintino.

Las hijas del mago en íntimo ambiente

bailaron desnudas ante el Presidente.

¿Sufragio efectivo? ¿Democracia? ¿Amor?

Ya el mago no es mago, es gobernador…

            Y así como los ilusionistas nos hacen ver aquello que no existe, también hay cuentistas que lo logran cuando nos narran cosas como esta del escritor chiapaneco Leopoldo Borrás en su mini ficción titulada  Hipótesis:

La gripe es una enfermedad peligrosa. Yo conocí a una niña en nochebuena, quien soportó la enfermedad sin quejarse. Le subió la fiebre hasta más allá de lo inconmensurable.  Ardió su cuerpo, su ropa, la cama, la recámara, la casa, una manzana entera, su barrio, la ciudad… Las llamas se extendieron a todo el universo que entonces comenzó a formarse como hoy le conocemos.

            Nuestro poeta Efraín Huerta no se queda atrás con sus poemínimos cuando escribe: 

El

Ángel

Al

Elevadorista

Lléveme

 Al

Ultimo

 Piso.

 Después

 Sigo

 Solo.

            En fin, cualquiera que sea el caso del malabarismo verbal, como nos dice Pablo Neruda, la palabra comienza entre las tinieblas, después se vuelve susurro, luego se llena de sentidos y queda preñada, llena de vidas, con las cuales es capaz de completar ideas, provocar sentimientos y con ella podemos llorar, guardar silencio o reventar en carcajadas.  La palabra es tan flexible que puede tomar varios significados, y podemos así jugar con ella, cambiarla, reescribirla, o combinarla como lo hace el español José Luis Coll en su ingenioso diccionario con prólogo de Camilo José Cela y en el cual Coll se “saca las palabras de la manga como el prestidigitador se saca palomas del sombrero” y reinventa el lenguaje.  Así define por ejemplo:

* prestidigestador:  el que embaraza a la hembra por arte de magia.

* astróloco: aplícase a la persona que ha perdido el juicio estudiando los astros y la vida de éstos.

* asexorar:  dar consejo de lo que se debe hacer con el sexo.

* bromear:  mear en broma

* esmealda:  pieda peciosa de coló vede

* estupidiez: diez veces estúpido

* pornotrágico:  Autor de obras obscenas, en las que mueren los protagonistas. Ejem: Romeo y Julieta, Los amantes de Teruel, Simplemente María* zarpar: Título del emperador de Rusia, cuando eran dos

*zacabao: zaterminao

            Y si de reír se trata, con la magia del lenguaje popular se logra a través de los albures, las adivinanzas, los acertijos o los también ingeniosos palindromas y juegos de palabras:

* ¿Cuál es el arco más grande del mundo?    EL ARCOIRIS

* ¿Cuál es el país que primero ríe y luego explota?  JAPON

* ¿Cuál es el colmo de un mago?  QUE SU MUJER LE DESAPAREZCA EL SUELDO

Magia y literatura van de la mano. Ilusionismo y juego de palabras, prestidigitación y hechizo. 

Andrea Montiel 

Ponencia presentada en el Primer Congreso de Escritoras Contemporáneas

en la UAM,   Unidad Azcapotzalco, 13 De Julio De 1993