La felicidad es distraída.
Pasa de largo y aprisa. Sólo deja el aroma de sus cuatro sílabas. La he gozado en incontables trozos del camino. Agradezco. También ansié libertad y he logrado vivirla a ritmo de tedéum. Costó soledad y largos ratos de silencio. Ahora ruego emigrar del mundo por uno de sus árboles hasta parir de nuevo otra esperanza.
A veces he tratado de nombrar el absoluto y arde la tinta.
Quemo presencias – nombres – espectros. Calcino rostros – deseos – utopías. Con las cenizas hilvano vestigios -pinto paraísos- los penetro. Intento estrenar un corazón con otra sangre. Y restauro en soledad mis alas. Consulto augurios y mensajes desconocidos. Recurro a la magia y numerología. Mi espejo bosqueja signos ambiguos. Códigos exactos se dibujan. El siete es la cifra de mi dicha. Dígito que me ha enseñado a vivir sin los otros pero nunca sin mí.
Solitariamente luminosa deseo morir dando a luz hijos de palabras.